Lecciones De Un Pingüino | Reseña

Escrita por Danieska Espinosa
Hay películas que sorprenden no por lo grandioso de su producción, sino por lo genuinas que se sienten. Lecciones de un pingüino, dirigida por Peter Cattaneo y protagonizada por Steve Coogan, es justo una de esas historias que no parecen tener mucho alboroto detrás, pero que dejan una huella emocional duradera. Basada en la experiencia real de Tom Michell, esta adaptación al cine es tan entrañable como inesperadamente profunda.

La historia arranca con Tom, un profesor británico de espíritu tranquilo, que durante unas vacaciones en Uruguay en los años 70 se encuentra con un pingüino cubierto de petróleo en la playa. En lugar de mirar hacia otro lado, decide ayudarlo, lo limpia y lo bautiza Juan Salvador. Lo que nadie se espera —ni el propio Tom— es que este pingüino termine convirtiéndose en una especie de catalizador emocional dentro del internado argentino donde trabaja.
Lo que sigue es una combinación de momentos divertidos, emotivos y sinceros, que nunca se sienten forzados. Cattaneo logra equilibrar muy bien lo tierno con lo real, sin caer en lo cursi ni en el drama exagerado. La película tiene corazón, pero también inteligencia. Se nota que no intenta ser una «película de animalito tierno» más, sino algo con más profundidad.

Steve Coogan brilla al salirse un poco de su zona habitual de comedia y mostrarse vulnerable. Su Tom Michell es un personaje que no necesita grandes gestos para hacernos entender que algo se está moviendo dentro de él. La relación que forma con Juan Salvador es cálida y verosímil, incluso con la dificultad de actuar frente a una criatura generada parcialmente con efectos prácticos.
Entre el resto del elenco destaca Vivian El Jaber como María Álvarez, quien le da una conexión muy necesaria con la realidad argentina. También es de agradecer la presencia de personajes como Tapio (interpretado por Björn Gustafsson), que le ponen un toque de humor y rareza a la historia, o el director Buckle (Jonathan Pryce), que representa la resistencia al cambio que tan comúnmente se encuentra en instituciones cerradas. Mención especial merece David Herrero como Diego, un estudiante que encuentra en el pingüino un compañero silencioso que lo entiende más que nadie.

Aunque parezca que se trata simplemente de un profesor y un pingüino, en realidad la película habla de muchas más cosas: de cómo las emociones se reprimen en ciertos espacios, del valor de hacer lo correcto incluso cuando nadie lo espera, y del impacto que puede tener algo (o alguien) tan pequeño como un ave torpe y testaruda.
La dirección opta por una narrativa pausada y observadora, apoyada por una fotografía sobria pero íntima, que nos conecta con los paisajes del sur y con los rostros de los personajes. La música acompaña sin empujar, y eso se agradece en un filme que apuesta por la honestidad emocional más que por el espectáculo.

Lecciones de un pingüino es, al final, una historia sobre cómo un gesto inesperado puede cambiar muchas vidas. No es una película grandilocuente, pero sí es profundamente humana. Y quizás ahí radica su mayor fuerza: en mostrarnos que, a veces, las lecciones más importantes vienen en el momento menos pensado… y con plumas.