El Último Conjuro | Reseña

Escrita por Carlos Huerta.

El Último Conjuro es una pobre y risible propuesta de terror japonés.

Hideo Nakata desencadenó una franquicia conocida en Latinoamérica como El Aro (Ringu) en 1998. De ahí el realizador continuaría su obra con películas y miniseries de televisión desarrollando su intención por expandir el género en Japón. En 2023 realizaría Kinjirareta asobi y un año después llega a la cartelera mexicana bajo el nombre de El Último Conjuro que sitúa la trama en la repentina muerte de Miyuki (Uika FirstSummer), esposa y madre que deja a Naoto (Daiki Shigeoka) y a su hijo Haruto (Minato Shougaki) desamparados.

Haruto desea volver a ver a su mamá y quiere que regrese a casa y comienza a cantar un hechizo para traerla de vuelta. Lo que pareciera imposible poco a poco va convertirse en realidad con eventos sobrenaturales. Esto afectará a Hiroko Kurasawa (Kanna Hashimoto), antigua compañera de Naoto que ahora se dedica a documentar sucesos paranormales, y esto lo lleva a reencontrarse con Naoto parajuntos lograr descifrar esta maldición a cargo de un espectro terrorífico.

Este referente en la sinopsis es suficiente para establecer el escenario en el que se desenvuelve esta propuesta del género que desde los primeros instantes, brilla por la ausencia de un efectivo impacto por mostrar una historia atrapante para el espectador y en vez, preferir inyectarle humor involuntario por las situaciones que presenta. 

La cinematografía nipona específicamente en géneros de terror y suspenso tiene dos grandes estandartes: Ringu (1998) y Ju-On(2002). La primera a cargo del director Hideo Nakata, donde una cinta con imágenes desconcertantes hacía que quien la viera moría a los 7 días siguientes, producto de una maldición a cargo de Sadako.

En esta ocasión la visión de su director queda desperdiciada por su intento de innovar en la clásica historia de maldición, pues cae en la repetición de elementos como utilizar la televisión en su función de mostrar imágenes que captura Hiroko que hace referencia al legado de Ringu, pero que no aporta sustancia a la narrativa del ritmo.

Por otro lado, la relación forzada entre Naoto y Hiroko resulta inverosímil y una excusa barata para desarrollar las intenciones del espectro, que al inicio no se define su origen y conforme avanza la trama se ofrecen pistas de lo que busca, para al final dar un giro de tuerca que revela su identidad y acomoda la lógica en los sucesos que sufren los protagonistas.

No es una sorpresa que la producción de la cinta no contó con los mejores recursos, pues no pretende contar con un presupuesto que se refleje en pantalla. Sin embargo, al ser una película que utiliza efectos visuales para secuencias específicas, ni siquiera tiene la sutileza de esconder defectos digitales, lo que también arruina la experiencia cinematográfica.

En conjunto con este aspecto, la proyección por lo menos para prensa, se vio afectada por la incorrecta relación de pantalla en la imagen, pues era un pan and scan que alteró el encuadre original, lo que ocasionó que incluso algunos subtítulos superiores estuvieran mutilados. Sin ser suficiente, en el apartado de sonido la mezcla pareciera que estuvo en formato estéreo, con una calidad mediocre para una película reciente que no tuvo elementos envolventes de un sistema que posee una sala de cine comercial.

Son múltiples las razones por las que El Último Conjuro es una de las peores películas del género de 2024 en cartelera nacional. Ni los personajes, historia o sus contados jump scares funcionan paramantener al espectador en su butaca. Hideo Nakata solo logró dos hits con Ringu y su secuela. Aquí su toque que conquistó al público nipón hace 26 años se ha desvanecido.

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