SCANDAL en CDMX: Una noche para volver a creer en la magia del J-Rock

Escrita por Yahir Davalos

Dicen que algunas noches se quedan tatuadas en la piel. Que no necesitan fuegos artificiales ni escenarios gigantes para hacer historia. Solo basta un cuarto de electricidad compartida, cuatro instrumentos bien tocados y cientos de voces que gritan al unísono. El pasado 8 de julio, en La Maraka, Ciudad de México, se vivió una de esas noches: el regreso de SCANDAL, la banda japonesa que lleva casi dos décadas dándole forma al pop-rock con corazón de garage.

Y aunque el recinto no es el más grande ni el más moderno, eso jugó a favor: estábamos cerca, muy cerca. No de las luces ni del volumen, sino del alma de una banda que ha crecido con sus fans.

Un reencuentro siete años en pausa

Desde temprano, las calles aledañas al foro se fueron tiñendo de morado, negro y rosa. Había emoción en el aire, pero también nervios, como si fuéramos a ver de nuevo a viejas amigas después de años. Y lo éramos. Algunos llegaron con camisetas de giras anteriores, otros con cosplay o pancartas escritas a mano. Todo hablaba de una comunidad que no olvidó, que esperó, que resistió.

SCANDAL no pisaba México desde 2018. Mucho había pasado en el mundo desde entonces. Pero apenas sonaron los primeros acordes de “Terra Boy”, todo volvió. La energía, la euforia, la conexión.

Haruna, Mami, Tomomi y Rina: pura química en el escenario

Durante más de hora y media, SCANDAL recorrió su historia como quien hojea un diario. Tocaron canciones nuevas, como “Highlight no Naka de Bokura Zutto”, y también himnos que ya son parte del ADN de cualquier fan del J‑Rock o de la franquicias de FullMetal Alchemist y Bleach: “Shunkan Sentimental”, “Take Me Out”, “Image” y, por supuesto, “SCANDAL BABY”, que cerró el concierto entre lágrimas y abrazos.

Haruna, líder y vocalista, habló poco pero con el corazón en la mano. “Esta noche es especial. Es nuestra revancha con México”, dijo en inglés. Y no mentía. Cada canción fue un acto de redención, una caricia sonora que decía: “Gracias por esperarnos”.

Tomomi, bajista y alma juguetona de la banda, sonreía como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Rina, siempre precisa en la batería, marcó el pulso de nuestras emociones. Y Mami, con su guitarra punzante, nos recordó que el rock no necesita rugir para sacudirnos por dentro.

Una noche íntima, una memoria colectiva

No hubo pantallas LED. No hubo efectos especiales. Lo que hubo fue honestidad, y eso fue mucho más poderoso. Cuando SCANDAL tocó su versión de “Oh, Pretty Woman”, el público entero coreó, bailó y se olvidó de todo. En ese momento no importaba si hablabas japonés o español, si conocías cada disco o solo habías venido por curiosidad. Todos estábamos conectados por una misma frecuencia emocional.

Y cuando llegó el encore con “A.M.D.K.J.” y “SCANDAL BABY”, algo se rompió y se reconstruyó a la vez. Un fan levantó una manta que decía “Nunca nos fuimos, solo te esperábamos”, y el grito colectivo fue tan fuerte como cualquier riff.

SCANDAL no solo regresó: renació con nosotros

Salimos sudados, afónicos, felices. Afuera, la noche era cálida y húmeda, típica del verano chilango. Pero adentro, algo había cambiado. SCANDAL no solo ofreció un concierto. Nos ofreció un refugio, un espacio para volver a emocionarnos, para sentir que la música aún puede unirnos más allá del idioma, del tiempo, de la distancia.

Y mientras la banda continúa su gira por Asia, quienes estuvimos allí sabemos que algo de ellas se quedó en México. Y algo de nosotros viaja ahora con ellas.

Próxima parada: el corazón. Y ojalá, pronto, el regreso.

Amar es compartir (:

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *